miércoles, 10 de septiembre de 2014

Tucumán: Jardín de la República



Tucumán ofrece la magia de los contrastes y la diversidad en sus paisajes. Resulta difícil creer que en la más pequeña de las provincias argentinas - 22.524 km2- conviven cañaverales y verdores impenetrables junto a cielos azules sin interrupciones y nieblas que cubren horizontes. Llanuras extendidas al naciente y montañas de telón de fondo al oeste con cumbres que superan los 5.000 metros, climas secos y húmedos, selvas exuberantes, manifestadas en las célebres Yungas y tierras áridas, modernas ciudades, apacibles pueblos y ruinas indígenas, hacen de esta provincia un lugar obligado para conocer. Para quitarse la duda, nada mejor que internarse en sus paisajes de película, degustar su gastronomía, disfrutar de su folklore bien vernáculo e incluso hermanarse con sus siestas sagradas.


                                   


Existen diversas teorías sobre el significado de la palabra Tucumán; "Yucuman" -lugar donde nacen los ríos- o "Tucma" -donde terminan las cosas-, ambos vocablos acusan origen quechua y señalan una valiosa herencia preincaica que supo dejar huellas imborrables en la provincia. Entre ellas, antiguas fortalezas erigidas en sitios estratégicos como las Ruinas de Quilmes o La Ciudacita. También los Menhires -en lengua celta "piedra alta" - encontrados en toda la zona del valle de Tafí y que actualmente están reunidos en una Reserva en El Mollar. Se cree que estos petroglifos grabados tenían un valor ceremonial y propiciador de fecundidad, fertilidad o fraternidad religiosa. El pasado se hace presente también en la elaboración de los afamodes quesos tafinistos, según los antiguos patrones heredados de los jesuitas, o en las delicadas randas de Monteros, artesanía típica trabajada desde los tiempos de las damas castellanas.

Después llegaron los tiempos de la revolución y la historia reservó para Tucumán un papel fundamental aquí tuvieron lugar grandes batallas contra los ejércitos realistas comandadas por defensores acérrimos de la libertad como José de San Martín y Manuel Belgrano, y aquí se declaró el 9 de Julio de 1816, bajo un grito unánime, la Independencia Argentina. Basta recorrer los alrededores de la plaza principal de San Miguel de Tucumán para evocar gestas gloriosas y descubrir el valioso patrimonio arquitectónico de variados estilos (académico francés, italianizante, ecléctico, entre otros) representado en prestigiosos edificios.


                                      


Así, desde tiempos de la revolución independentista, Tucumán tomó relevancia entre las provincias del interior del país. El desarrollo productivo de la zona, con producciones de azúcar y limón en los primeros planos mundiales, la proliferación de universidades, salas de exposición y teatros, y la instalación de gran cantidad de entidades financieras, bancos y otras importantes empresas multinacionales, entre otros hechos, fueron convirtiendo a Tucumán, a lo largo de los años, en el centro comercial, industrial y cultural del norte argentino.

El clima, caracterizado como subtropical con estación seca, ha sido inmensa mente generoso con este territorio al sur del Trópico de Capricornio. Sus rasgos atmosféricos se hermanan con los diversos paisajes y relieves. A pesar de no ser un territorio de gran tamaño, goza de una gran amplitud térmica debido a la gran variedad de altitudes que posee. Si el llano ofrece temperaturas elevadas, el área de montañas hace descender las mismas significativamente. En los valles el invierno acusa grandes diferencias climáticas en un mismo día. Las lluvias se concentran en el verano descendiendo tanto al naciente como al poniente montañoso.

Pero aún falta mucho por descubrir. El oeste tucumano regala postales deslumbrantes en Tafí del Valle, Amaicha, Colalao y El Pichao, localidades enclavadas en las alturas calchaquíes donde todavía se venera a la Pachamama. La vegetación selvática de las yungas envuelve sendas y caminos sinuosos en villas veraniegas como San Javier, Raco, El Siambón y Villa Nougués.


                                  


El sur discurre entre lagunas escondidas, como la Laguna del Tesoro, que despiertan mitos y y leyendas, alisos que se repiten infinitamente o entre exquisiteces regionales, entre ellas humitas y tamales que se disfrutean mejor al compás de zambas como en la Feria de Simoca. Por último, el Valle de Choromoros invita a recorrer la antigua ruta al Alto Perú y también perderse en los recovecos de la apacible villa veraniega de San Pedro de Colalao.

                                                                 

                                            


No puede dejar Tucumán sin disfrutar de la vida de campo y las comodidades de una centenaria estancia; sentir la energía telúrica de los valles montado a caballo, practicar deportes náuticos en uno de los tantos diques y ríos caudalosos, o probar las sabrosísimas empanadas.


La lista de actividades y recompensas es interminable.

Bienvenidos al Jardín de la República.





Fuente: www.tucumanturismo.gov.ar







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